Los mil y un senos y otras inagotables fuentes
7 y 19 de septiembre de 2017
In memoriam
I de III
Nacido en el pueblito oaxaqueño de Ixhuatán (Lugar junto a las hojas) el 30 de noviembre de 1906 y fallecido en la Ciudad de México, a los 101 años, el 10 de enero de 2008, el escritor Andrés Henestrosa es el autor de la letra del popular son istmeño “La Martiniana”. Susana Harp lo interpreta en su disco Xquenda (1997); los Hermanos Ríos en el misceláneo disco La tortuga (1998) y Lila Downs en su disco Border/La línea (2001). Pero Andrés Henestrosa también es el autor del legendario librito Los hombres que dispersó la danza. Su primera edición data de 1929 y fue financiada por Antonieta Rivas Mercado, la célebre mecenas que incidió en la organización del patronato de la primera orquesta sinfónica que tuvo el país mexicano, quien auspició la revista Ulises (1927-1928), el Teatro de Ulises (en una casa de su propiedad), y los libros Novela como nube (1928) de Gilberto Owen y Dama de corazones (1928) de Xavier Villaurrutia; y cuya vertiginosa vida y suicidio en la antigua Catedral de Notre-Dame, en París (el miércoles 11 de febrero de 1931, casi a sus 31 años, se dio allí un balazo con el revólver de José Vasconcelos, pero “falleció en el Hôtel-Dieu, un hospital de caridad cercano a la Catedral”), no dejan de conmover e interesar, como bien lo implican, por ejemplo, el acopio y edición de sus incompletas Obras completas que Luis Mario Schneider amplió y reeditó en 1987 en Lecturas mexicanas (segunda serie editada por la SEP); la breve semblanza sobre ella que Andrés Henestrosa firmó en “Ciudad de México, sábado 28 de febrero de 1981” (magramente reeditada en 1999 por Miguel Ángel Porrúa); la fallida Antonieta (1982), película dirigida por el español Carlos Saura (rodada bajo los nepotistas oficios de Margarita López Portillo, entonces directora de RTC); el libreto teatral El destierro (1981) de Juan Tovar; Fragua y gesta del teatro experimental en México (UNAM/Ediciones del Equilibrista, 1995), en cuya primera parte Schneider hace una crónica del Teatro de Ulises; A la sombra del Ángel (Nueva Imagen, 1995), voluminosa novela biográfica de la norteamericana (nacida en Cuba) Kathryn S. Blair, esposa de Donald Blair Rivas, el único hijo que tuvo la fugaz Antonieta Rivas Mercado con su fugaz y borroso esposo Albert Blair; Antonieta (FCE, 1991), biografía escrita por la crítica y narradora Fabienne Bradu, quien en Correspondencia (UV, 2005) revisó y anotó un conjunto de cartas de Antonieta que van de 1927 a 1931, junto con las páginas de su postrero Diario de Burdeos; del cual, en 2014, Siglo XXI y la UAEM publicaron una edición facsimilar junto a una transcripción crítica del mismo, con “Fijación del texto y notas de Cynthia Araceli Ramírez Peñaloza y Francisco Beltrán Cabrera”, precedida por varios prólogos e ilustrada con una rica iconografía en blanco y negro impresa con baja resolución.José Vasconcelos y Antonieta Rivas Mercado |
(Sacbé, 1995) Detalle de la portada |
Andrés Henestrosa en 1995 Foto: Graciela Iturbide |
Mujer con avispas (técnica mixta sobre papel, 1977) Francisco Toledo |
(CONACULTA, 1998) Ilustraciones de Francisco Toledo |
Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (1999) Foto: Francisco Toledo |
Francisco Toledo con un perro xoloizcuintle Foto: Graciela Iturbide |
Señora de las iguanas (Mercado de Juchitán, 1979) Foto: Graciela Iturbide |
De tal legendaria y célebre serie, que no deja de vincularse con el hecho de que la primera muestra individual de Gabriela Iturbide se efectuó, en 1980, en la Casa de la Cultura de Juchitán, la presente edición de Los hombres que dispersó la danza reproduce varias fotos.
Lagarto (Juchitán, 1986) Foto: Graciela Iturbide |
Na Lupe Pan (Juchitán, 1986) Foto: Graciela Iturbide |
Autorretrato (técnica mixta sobre masonite, 1975) Francisco Toledo |
Retrato de Alfa Ríos de Henestrosa (óleo sobre tela, 1948) Miguel Prieto |
Alfa Ríos de Henestrosa |
Retrato de Andrés Henestrosa (óleo sobre tela y masonite, 1924) Manuel Rodríguez Lozano |
II de III
Dice Andrés Henestrosa que su “pequeño libro”, Los hombres que dispersó la danza (1929), “no fue escrito con intención erudita, sino meramente literaria”. De ahí que pudo no ser fiel a sus fuentes orales; que haya retocado y añadido de su cosecha a las versiones oídas en su infancia y adolescencia; incluso al reproducir el sonido y la articulación prosódica y semántica de ciertas palabras del zapoteco, cuyos intríngulis (y variantes dialectales) sólo los conocedores de esa lengua indígena y ancestral podrían discutir y disentir con el Andrés Henestrosa que, según el volumen, “fue hasta los quince años que aprendió la lengua castellana”. En ese sentido, con su chispa erótica le dijo a Carla Zarebska: “recibí el idioma zapoteco del seno derecho de mi madre, y del seno izquierdo el huave. Los demás idiomas de otros senos...”(Miguel Ángel Porrúa, 3a ed., 2015) En la portada: doña Martina Henestrosa Pineda, madre del escritor Andrés Henestrosa. |
Conejos (Mercado de Juchitán, 1986) Foto: Graciela Iturbide |
La iglesia de Juchitán antes del temblor del 7 de septiembre de 2017 |
La iglesia de Juchitán después del temblor del 7 de septiembre de 2017 |
Así, puesto que el joven Henestrosa aún no aprendía del todo el habla y la escritura del español, Antonieta le propuso que él le dictara las historias de lo que luego fue Los hombres que dispersó la danza; librito que le entregaron el día que cumplió 23 años; o sea: el 30 de noviembre de 1929. La edición, pagada por la filántropa Antonieta Rivas Mercado, fue “de 200 ejemplares que se vendieron a peso”. A la hora de imprimir, reza la leyenda, se extravió un prólogo de Julio Torri que nunca se recuperó. También se perdieron cuentos que luego reescribió Henestrosa y que fueron incluidos en la presente edición; tales son: “La sirena del mar”, “La flor del higo”, “La cigarra y La iguana”, “La milpa salva a Jesús”, “La langosta”, y “Los árboles y la sequía”.
III de III
No obstante lo dicho, en el prólogo que Carla Zarebska pergeñó para Los hombres que dispersó la danza hay algunos puntos que quizá no compartan ciertos lectores. Uno es la desmedida admiración que la editora y ensayista expresa por Andrés Henestrosa y Francisco Toledo, lo cual matiza y trasmina su visión de las obras y de las personalidades del escritor y del artista, al grado de situarlos (falazmente) a un mismo nivel: “ambos han trascendido la frontera de Oaxaca y de México con sus obras, Henestrosa en literatura y periodismo y Toledo en la plástica”. Asimismo, magnifica retóricamente la herencia zapoteca de ambos y las virtudes y cualidades de las mujeres nacidas en Juchitán; lo cual trae a colación las palabras de Henestrosa, quien las mira con ojo poético y chispa erótica: “caminan en verso, en sílabas contadas”.Mujeres de Juchitán (1929) Foto: Tina Modotti |
Por si fuera poco, descuellan minucias no muy precisas. Según Carla Zarebska, en febrero de 1923, Henestrosa, “en la capital, se dirigió al entonces rector de la Universidad Nacional, José Vasconcelos”, para reclamarle su apoyo. Pero en esa fecha José Vasconcelos (como ella misma lo acota en un pie de página) ya no era rector. Lo fue, según se lee entre la danza de las fechas, “del 9 de junio de 1920 al 12 de octubre de 1921”; y entre el “1 de octubre de 1921” y el “27 de julio de 1924” dirigió la SEP (Secretaría de Educación Pública).
Pedro Henríquez Ureña, José Vasconcelos y Diego Rivera durante una ceremonia en Chapultepec (c. 1921) |
Baile de Tehuantepec (óleo sobre tela, 1928) Diego Rivera |
Alfa y Beta Ríos, Rosa Rolando (Rose Cowan Ruelas), Diego Rivera, Miguel Covarrubias, un perro xoloitzcuitle, Nickolas Muray y Frida Kahlo (San Ángel Inn, c. 1940). |
La Creación (1921-1923) Mural a la encáustica de Diego Rivera Anfiteatro Simón Bolívar de San Ildefonso Centro Histórico de la Ciudad de México |
Juchiteca (1929) Foto: Tina Modotti |
Juchitán (1934) Foto: Henri Cartier-Bresson |
DVD de la película Redes (1936) |
Obrero en huelga asesinado (Oaxaca, 1934) Foto: Manuel Álvarez Bravo |
Serguei Eisenstein (c. 1931-2) Foto: Manuel Álvarez Bravo |
Retrato de Isabel Villaseñor (s/f) Foto: Manuel Álvarez Bravo |
Retrato de lo eterno (1935) Foto: Manuel Álvarez Bravo |
Isabel Villaseñor durante el rodaje de ¡Que viva México! Foto: Eduard Tissé |
El ensueño (1941) Foto: Lola Álvarez Bravo |
Mujeres de Juchitán (1929) Foto: Tina Modotti |
Dos tehuanas (1929) Foto: Tina Modotti |
“Esto no lo pueden impedir ni la mugre de las ollas con comida que lamen los perros sarnosos que pululan alrededor, ni el soborno generalizado, ni la desesperante injusticia social, ni el desenfreno de la arbitrariedad policial, ni el atraso secular junto a las más avanzadas formas de la explotación social.”
Tina Modotti en la reconstrucción del asesinato del líder cubano Julio Antonio Mella |
Mujer de Juchitán (1929) Foto: Tina Modotti |
La primera individual de Manuel Álvarez Bravo se vio, en 1932, en la Galería Posada; pero en 1928 había participado en su primera colectiva: el Salón Mexicano de Fotografía, montado en lo que ahora es el Palacio de Bellas Artes. Allí, en 1933, en la Sala de Arte, observó las fotos que Paul Strand mostró en una individual. Y dos años después, en 1935, durante el mes de marzo, fue el sitio donde el joven fotógrafo Manuel Álvarez Bravo exhibió sus fotos junto a las del joven fotógrafo Henri Cartier-Bresson, las mismas que un mes después serían exhibidas en la Galería Julien Levy de Nueva York, signando así la paulatina proyección internacional de ambos.
Detrás de la estación de Saint-Lazre (París, 1932) Foto: Henri Cartier-Bresson |