lunes, 2 de febrero de 2015

Un combate y otros relatos


 Entre parálisis te veas

Después del explosivo y estridente boom internacional de la novela El perfume. Historia de un asesino (1985), que el germano Patrick Süskind escribió en alemán, aparecieron traducidas al español y editadas por Seix Barral, las novelas La paloma (1987) y La historia del señor Sommer (1991), el libreto teatral El contrabajo (1996) y los cuentos Un combate y otros relatos (1996). E incluso en México, en 1987, en medio de la efervescencia del sonoro best seller, el FCE publicó El perfume o el miasma. El olfato y lo imaginario social. Siglos XVIII y XIX, la erudita investigación histórica de Alain Corbin editada en francés en 1982, la cual, según reza la leyenda (publicitariamente recíproca) fue utilizada por Patrick Süskind para pergeñar los efluvios y hedores de su exitosa novela, adaptada a la pantalla grande en la homónima película de 2006 dirigida por Tom Tykwer.
 
Patrick Süskind
       Patrick Süskind (Ambach, Baviera, marzo 26 de 1949) en Un combate y otros relatos reunió cuatro cuentos que si bien resultan muy menores en relación a El perfume, por lo menos son legibles y tienen humor. Se trata de cuatro variantes de embotamiento o de una cuarteta de cuentos en donde cuatro formas de parálisis translucen determinados esquemas clínicos.

      En “La atracción de la profundidad”, el primer cuento, una joven de Stuttgart oye el insulso y subjetivo comentario que un crítico dice ante los cuadros de su primera exposición: “Su trabajo denota talento y expresividad, pero adolece de falta de profundidad.” Casi idénticas palabras repite el crítico en una nota periodística, mismas que al parecer son repetidas y rumoreadas por los asistentes a una fiesta a la que va la joven pintora. Esto basta para que se hunda en la parálisis: deja el dibujo y la pintura y se convence a sí misma de que carece de profundidad. Luego de una serie de boberías que subrayan su carácter endeble, su tremenda ignorancia y el hecho de que es una grandísima burra, se agudiza su perpetuo e indetenible abandono (físico, psíquico, anímico) y decide suicidarse. Así, salta desde la cima de los 139 metros de alto que tiene la torre televisiva. Pero como para gozar con lo absurdo y tonto del relato, no se estrella en línea recta contra el asfalto, sino como “aquel día soplaba un viento muy fuerte”, su cuerpo (una bola de carne repleta de alcohol, relleno de relleno y barbitúricos) “fue transportado por encima de un campo de avena hasta el bosque y cayó entre los abetos. De todos modos, murió en el acto.” Lo curioso es que por las palabrejas que empieza a manipular el critiquillo a raíz de la violenta muerte de la pintora, no sorprendería que el público, que ahora conoce los pormenores domésticos de su sórdida decadencia y suicidio, la comience a ver y a exaltar a imagen y semejanza de una artista atormentada y visceral, cuya supuesta atracción por lo destructivo y profundo, dizque ya se advertía en sus talentosos y expresivos cuadros de joven promesa.
 
(Seix Barral, México, 1996)
      El espectáculo de “Un combate”, el segundo cuento, se desarrolla sobre y alrededor de un famélico tablero de ajedrez, ante el cual, en el jardín de Luxemburgo, se enfrentan “el matador local”, un vejete raído y despreciado por el grupo al que suele vencer, y el retador, un joven desconocido que todos toman por un tipo galán con “dotes geniales”, que seguramente arrastrará al “matador local” por las hediondas heces de su definitivo Waterloo. Pero al término de la batalla, cuando quedó claro que el supuesto genio no era más que un imbécil, el vejete, por cansancio o por abulia ante la envida de sus frecuentes y mediocres contrincantes y por un íntimo código de honor, concluye, ensimismado, que ese triunfo es “una derrota terrible y definitiva”, por lo que decide, ante sí mismo, deponer las armas y entregarse por siempre jamás a la parálisis, es decir, nunca volverá a jugar el ajedrez.

      El tercer cuento del libro: “El testamento de maître Mussard”, son, en mayor medida, las últimas palabras escritas por Jean-Jacques Mussard (1687-1753). Según su autoesbozo biográfico, de hijo de zapatero se transformó en un orfebre de París que llegó a poseer una gran fortuna que le permitió el cultivo de los libros y las ciencias. Y pese a que se dice amigo de ciertas luminarias: Diderot, Condillac, D’Alembert, Voltaire, Rousseau, todo indica que es un loco que se dice atacado por lo que según él los médicos llaman parálisis stomachosa, un mal que “provoca la progresiva paralización de las extremidades y órganos internos”, (especie de esclerosis múltiple, por lo que se ve, quizá producto de la hipocondría y de la locura). Así, si el testamento de maître Mussard es la revelación y demostración de su descubrimiento dizque científico y quezque cosmogónico: el orbe “es un molusco que se cierra sin compasión”, sus palabras también implican que su supuesta enfermedad es “el mal del molusco”, el precio y castigo por ser el elegido: “el hombre que vio al molusco”, es decir, a la Voluntad Suprema que le da sentido al globo terráqueo, a la vida y a todo el universo.
   
Patrick Süskind
       “Amnesia in litteris”, el cuarto y último cuento de este libro de Patrick Süskind, es una humorada sobre el olvido literario, sobre lo frágil que es la memoria ante el paso del tiempo, ya se trate de un erudito con una poderosa capacidad mnemónica (“la memoria es una forma del olvido”, Borges dixit) o de un simple mortal haciendo en el ciberespacio el efímero e infinitesimal papel de reseñista y crítico de libros que nadie lee. Pero el caso que representa y expone el personaje del cuento es francamente caricaturesco, hilarante, extremo y patético: un tipo de copiosas lecturas paralizado ante su asombrosa y risible virtud para el olvido literario (especie de ataque del mal de Alzheimer, in crescendo, precisamente en las neuronas donde se almacenan y bullen los chips de la memoria cognitiva y de la imaginación literaria). Así, en un instante, entre sus numerosos olvidos, el hombre se radiografía a sí mismo y se dice: “Treinta años de lecturas inútiles. Miles de horas de mi niñez, de mi juventud y de mi vida adulta dedicadas a leer, y no conservo nada más que un gran olvido. Y el mal no da señales de querer remitir sino todo lo contrario, empeora. Hoy, cuando leo un libro, antes de terminarlo, ya he olvidado cómo empieza.”


Patrick Süskind, Un combate y otros relatos. Traducción del alemán al español de Ana María de la Fuente. Seix Barral. México, 1996. 96 pp.

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