jueves, 14 de agosto de 2014

Hijos de la medianoche


 ¡Bim-bam Bombay!              

A imagen y semejanza del escritor Salman Rushdie, Saleem Sinai, el protagonista de su novela Hijos de la medianoche, nace en Bombay, en 1947. Pero a diferencia del autor, quien nació el 19 de junio, el personaje lo hace al filo de la medianoche del 15 de agosto, es decir, en el preciso instante en que el gigantesco monstruo policéfalo y multitudinario de la India inaugura el mito de su independencia de Gran Bretaña. 
La fecha es trascendente y significativa, como lo es también el hecho de que Saleem Sinai, contra todas las apariencias que implica su alcurnia musulmana, en realidad es un híbrido, un bastardo angloindio, engendro de William Methwold, un inglés que se ve impelido a rematar sus propiedades y a retornar a Inglaterra, y cuyo nombre es el mismo nombre que tuvo un funcionario de la East India Company, que un día de 1633 soñó con un Bombay británico.
 
Salman Rushdie
(Londres, 1988)
Foto: Horts Tape
          Hijos de la medianoche —cuya primera edición en inglés data de 1980 y en español de 1984— es una novela voluminosa y prodigiosa, que a pesar de que no reproduce el ritmo y los matices sonoros del anglohindú que empleó Salman Rushdie, sí capta, debido a la excelente traducción de Miguel Sáenz, lo vertiginoso y desbordante de sus giros imaginarios y lingüísticos. Cabe subrayar que el traductor incluyó al final un glosario que, siendo insuficiente, facilita la comprensión del significado de vocablos del hindi, urdu y árabe, lo cual sentó un precedente imitado por los traductores de los siguientes libros de Salman Rushdie. 

         Saleem Sinai está por cumplir 30 años de edad, dirige la fábrica de Encurtidos Braganza situada en Bombay, y allí, convertido en un especialista de chutneys que se consumen incluso en Inglaterra, escribe el recuento de su vida y de su urdimbre iluminado por un charco de luz y frente a una fémina de brazos musculosos llamada Padma, nombre de la diosa del estiércol. El protagonista parte del supuesto de que al nacer quedó maniatado a la historia y por ende: su destino personal y familiar inextricablemente encadenado al destino de su país. Sin embargo, la recuperación del pasado y de su árbol genealógico que se remonta a principios de siglo XX, es, antes que nada, un acto mágico, mnemónico, una efervescencia obsesiva y mórbida impregnada de egocentrismo, hipocondría y megalomanía, dado que además de aludir un padecimiento que poco a poco lo carcome, raja y desgarra, y que constantemente lo obliga a apresurar su escritura para concluirla antes de que su mal le anuncie la llegada inequívoca del Ángel Negro, él, Saleem Sinai, se siente el responsable, el punto nodal, tanto de la tragedia que persigue a sus familiares, como de los sucesos históricos que marcan el rumbo de la India, de Pakistán, de Cachemira y de Bangladesh. 
En este sentido, Salman Rushdie no escribió una obra que transcribiera o reconstruyera con fidelidad los acontecimientos registrados por la historia. Hizo una novela que deforma y caricaturiza los hechos trastocados por el decurso paradójico de la modernidad, y los engarza a una serie de resabios y remanentes culturales (sobre todo en lo que concierne al significado de los nombres y sus conjugaciones y ciclos) que devienen de las antiguas mitologías brahmánica, hinduista, budista, musulmana y cristiana, todo imbricado en el devenir de una antigua tradición de cuentero oral, verborreico, incontinente y callejero que brota de las páginas de Las mil y una noches y de sus inagotables combinaciones fantásticas e idiomáticas, pero también de Lawrence Sterne y sus constantes digresiones y juegos, de François Rabelais y lo bufo, grotesco, paródico y popular, de Denis Diderot y la variación del eterno presente.
        
Lawrence Sterne
(1713-1768)
       
François Rabelais
(c.1494-1553)
       
Denis Diderot
(1713-1784)
          Si Hijos de la medianoche es una aventura del lenguaje y de la imaginación y una suma y resta de las literaturas, mitos y tradiciones que la hicieron posible, es también una crítica de la historia, pero cuyo sentido trágico, cruento y absurdo resulta fascinante, quimérico y risible. Episodios históricos como el nacimiento de Pakistán que encabezó Muhammad Ali Jinnah el 14 de agosto de 1947; los éxodos masivos de hindúes y musulmanes que la partición territorial impuso; el asesinato de Mahatma Gandhi el 30 de enero de 1948; las manifestaciones por el idioma; el golpe militar en Pakistán que perpetró Ayub Khan el 27 de octubre de 1958; la disputa de Cachemira; el combate indo-paquistaní de 1965; la guerra entre el Pakistán Occidental y el Oriental, la independencia de éste y el nacimiento de Bangladesh el 26 de marzo de 1971; las leyes militares de emergencia que dictó Indira Gandhi durante 1975 y 1976 y la campaña de control de la natalidad implicada en ella; éstos y otros sucesos, como la vida cotidiana que no puede desprenderse de la herencia británica ni de los prejuicios racistas y religiosos, no son reconstruidos ni mencionados con el rigor y la meticulosidad de un novelista serio y rígido y con formación de historiador, que con el criterio y la meticulosidad de un hermeneuta se asiste de documentos y datos fehacientes y comprobables, sino con el subjetivismo y la fantasía chocarrera, desbordante y burlesca de un Saleem Sinai que se considera el ombligo del pestilente y alharaquiento mundo, que retuerce y trastoca los hechos, quien una y otra vez anuncia que va a morir (incluso planea la hora y el día), que cuenta lo que quiere contar o considera necesario para narrar la otra historia, la sucia, la que se vivía en los suburbios, en las calles, en las casas y en los campos de batalla.

(Alfaguara, 6ª edición, Madrid, diciembre de 1984)
       Pese a que no se trata de una ardua, voluminosa y erudita edición anotada a imagen y semejanza de las urdidas a partir de los cartapacios redactados en caracteres árabes del siglo XVII por Cide Hamete Benengeli, quizá alguna institución filantrópica (pública o privada) esté dispuesta a otorgar becas para leer, cómodamente culiatornillados, el ladrillesco y grueso volumen Hijos de la medianoche. Saleem Sinai estará encantado de contar con nuevos acólitos entregados de tiempo completo a la lectura. Allí les narrará las mil y una historias de camaleón que enriquecen su autobiografía. Lo verán subir escaleras de caracol y bajar por serpientes-escaleras y viceversa; conocerán el instante en que el descubrimiento de un Mango Negro frotado por unas manos morenas le da la certeza de que los Arcángeles hablaron con él y luego sabrán de su capacidad telepática para convocar y conectar al unísono a todas las voces de los Hijos de la medianoche (el veloz e instantáneo chat de la web mental del futuro); tendrán noticia de las monstruosidades y virtudes que distinguen a éstos niños marcados por la hora de las horas: el non plus ultra de la hora nodal: el nacimiento de la India; sabrán más tarde cómo Saleem Sinai, después de que le drenan la nariz, adquiere un poder olfativo semejante al que posee Jean-Baptiste Grenouille, el monstruoso genio del olfato que el alemán Patrick Süskind dio vida y muerte en El perfume. Historia de un asesino (1985), no sólo apoyado en Alain Corbin, el historiador que pergeñó la investigación histórica El perfume o el miasma. El olfato y lo imaginario social. Siglos XVIII y XIX (1982), sino también, según parece, en Salman Rushdie; sabrán, entre numerosos relatos, de las transformaciones de la Cantante Jamila; de la bruja Parvati-Laylah; de la obtusa Reverenda Madre y su eterno “como se llame”; del pecado que la señorita Mary Pereira cometió pensando en Joseph D’Costa; del concurso nacional que ganó Saleem Sinai; de las profecías de Ramram Seth; del itinerario de la escupidera de plata labrada y con incrustaciones de lapislázuli; del Buda extraviado en la movediza selva de los Sundarbans; de las rodillas nudosas de Shiva, el perpetuo rival de Saleem; del hijo, que tampoco es hijo de su padre, mudo y de grandes orejas a imagen y semejanza del dios Ganesh cabeza de elefante; de la última batalla de Singh Retratos, “El hombre Más Encantador Del Mundo”; del tipo de estrellato que la Viuda (Indira Gandhi), asistida por los horóscopos y por el delirio de la deificación marmórea, les impuso a los Hijos de la medianoche, dejándolos castrados y sin esperanza, listos para la muerte, como sin duda lo está el protagonista y los sobrevivientes que antes habitaban las fétidas casuchas enclavadas a un lado de la Mezquita del Viernes, en Delhi.




Salman Rushdie, Hijos de la medianoche. Notas y traducción del inglés al español de Miguel Sáenz. Ediciones Alfaguara (136). 6ª edición. Madrid, diciembre de 1984. 664 pp.




  Trailer de Hijos de la medianoche (2012), película dirigida por Deepa Mehta, basada en la novela homónima de Salman Rushdie.        

  Documental sobre Hijos de la media noche (2012), filme dirigido por Deepa Mehta, basado en la novela homónima de Salman Rushdie.     


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