jueves, 20 de noviembre de 2014

Las soldaderas



Las mil y una Adelitas que conmovieron al mundo

La mexicana Elena Poniatowska (París, mayo 19 de 1932) es la prologuista de Las soldaderas, libro con un tiraje de cuatro mil ejemplares de la colección Fototeca, serie coeditada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional de Antropología e Historia y Ediciones Era, bajo la coordinación editorial de Adriana Konzevik y Rosa Casanova, cuyo objetivo es venderle a los lectores antologías de imágenes del “excepcional patrimonio fotográfico que se conserva en la Fototeca Nacional del INAH en Pachuca”. 
(CONACULTA/INAH/Era, México, 1999)
      En este sentido, Heladio Vera Trejo seleccionó las 50 fotos reproducidas en blanco y negro que se aprecian en Las soldaderas. La impresión fotográfica fue elaborada por Adán Gutiérrez, Alejandra Maldonado, Isaías Cruz y Héctor Ramón Jiménez. Y el seguimiento de la producción fotográfica por Juan Carlos Valdez y Rosángel Baños.
     Según el listado final donde se citan los números de archivo de las imágenes, los lugares, las fechas, el nombre de los fondos y el nombre de las técnicas fotográficas en que se conservan, 49 fotos se ubican entre 1910 y 1921, y sólo una, tomada en Cuautla, Morelos, data de 1950; es decir, la mujer a caballo que se ve allí está disfrazada de soldadera con cruzadas cartucheras en el pecho, dentro del contexto de un folklórico y patriótico desfile de alguna asociación de charros. 
Cuautla, Morelos, 1950 (película de seguridad)
Fondo Casasola
    48 fotos de Las soldaderas pertenecen al Fondo Casasola. Una al Fondo Guerra y otra al Fondo Teixidor, pese a que ambas muestran su otrora número de serie y el nombre del mismo fotógrafo (casi anónimo) que al parecer las concibió: “H.J. Gutiérrez. Foto”.
Ciudad Juárez, Chihuahua, 1911 (impresión gelatina)
Fondo Guerra 
 Grupo de insurgentes (Ciudad de México, c. 1911)
Impresión fotográfica de plata sobre gelatina
Fondo Teixidor
Una hojeada permite ver que la calidad de la reproducción de las fotos de Las soldaderas no es del todo loable y que es mucho mejor la que en tonos sepia posee Jefes, héroes y caudillos, título con 84 fotografías que van de 1900 a 1924, pertenecientes al Fondo Casasola de la Fototeca del INAH, impreso en 1986 dentro de la serie Río de Luz del Fondo de Cultura Económica (reeditado en 1994), con texto de Flora Lara Klahr, y antología y edición de imágenes de Pablo Ortiz Monasterio.
(FCE, Río de Luz, 2da. reimpresión, México, 1994)
Pero lo que descuella ante todo es el hecho de que la antología de fotos que se ven en Las soldaderas prescindió de una investigación elaborada por un historiador especializado en los registros fotográficos de la Revolución Mexicana, mediante la cual se hubiera podido ubicar e identificar, quizá en gran medida, los episodios que documentan las fotos. Es decir, fuera del listado aludido, las fotografías no incluyen ningún comentario al pie o al lado de cada imagen, ni siquiera cuando en una de ellas se ve a Emiliano Zapata y a su hermano Eufemio en medio de un par de Marietas anónimas, dizque “sus esposas”, según se dice, con el encuadre más amplio y con mejor definición, en un pie de foto de la Iconografía sobre Zapata que el FCE publicó por primera vez en 1979, con investigación y antología de imágenes de Alba Cama de Rojo y Rafael López Castro, y selección de textos de José Luis Martínez [1918-2007], miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y de la Academia Mexicana de Historia y autor, entre otros libros, de Nezahualcóyotl. Vida y obra (FCE, 1972) y de la homónima biografía de Hernán Cortés (FCE, 1990). 
Emiliano Zapata y su hermano Eufemio con "sus esposas"
México, 1914 (película de seguridad)
Fondo Casasola
      En Las soldaderas, un historiador o una historiadora versada en el tema, hubiera podido pergeñar y facilitarle al lector no especializado un riguroso y erudito ensayo donde se esbozara el papel de las soldaderas durante la Revolución Mexicana. 
     Y puesto que la mayoría de las imágenes pertenecen al Fondo Casasola, también faltó un ensayo sobre éste, sobre las técnicas fotográficas de la época, y sobre la obra fotográfica, compiladora y editorial de Agustín Víctor Casasola (1874-1938), cuyo archivo fue “adquirido por el Estado en 1976”, dice Flora Lara Klahr en su prólogo a Jefes, héroes y caudillos, actualmente bajo custodia y conservación en la Fototeca Nacional del INAH en Pachuca. 
Elena Poniatwska
No obstante, el prólogo de Elena Poniatowska tiene su sal y su pimienta, bagaje con el que hace que el anónimo lector se interrogue sobre los roles, el heroísmo, las leyendas, la discriminación machista y las muertes de las soldaderas durante la contienda revolucionaria y postrevolucionaria. Pero su texto no es el sesudo y anotado ensayo de una historiadora, sino el libre, fragmentario, caprichoso y subjetivo prefacio de una narradora, periodista y versátil prologuista de libros de fotografía, que además goza de fama y prestigio en la jet set de la literatura mexicana y de la intelligentsia con tintes izquierdosos, izquierdistoides y más o menos democráticos. 
México, c. 1913 (placa seca de gelatina)
Fondo Casasola
      A través de una serie de fragmentos que implican la consulta de un amplio espectro literario, histórico, testimonial, legendario, gráfico, pictórico, fotográfico, fílmico, y distintas expresiones de la cultura popular, como son los corridos y las calaveras, Elena Poniatowska vindica, exalta y mitifica la presencia angular y el arduo trabajo de las soldaderas, a tal punto que hace ver, con anécdotas y perspectivas, que sin ellas la Revolución Mexicana hubiera sido inconcebible: 
Ciudad de México, c. 1914 (placa seca sobre gelatina)
Fondo Casasola
 
      “Sin las soldaderas no hay Revolución Mexicana: ellas la mantuvieron viva y fecunda, como a la tierra. Las enviaban por delante a recoger leña y a prender la lumbre, y la alimentaron a lo largo de los años de guerra. Sin las soldaderas, los hombres llevados de leva hubieran desertado. Durante la guerra civil de España, en 1936, los milicianos no comprendían por qué no debían regresar a su casa en la noche. Dejaban la trinchera vacía, el puesto de vigía, el cuartel, y se iban tan tranquilos a meterse a su propia cama. En México, en 1910, si los soldados no llevaban su casa a cuestas: su soldadera con su catre plegadizo, su sarape, sus ollas y su bastimento, el número de hombres que habrían corrido a guarecerse a un rincón caliente hubiera significado el fin de los ejércitos.
     “Junto a las grandes tropas de Francisco Villa, Emiliano Zapata y Venustiano Carranza, más de mil novecientos líderes lucharon en bandas rebeldes. Las soldaderas pululan en las fotografías. Multitud anónima, comparsas, al parecer telón de fondo, sólo hacen bulto, pero sin ellas los soldados no hubieran comido ni dormido ni peleado.”
Ciudad de México, 1914 (placa seca de gelatina)
Fondo Casasola
        Entre lo que apunta Elena Poniatowska en el prólogo a Las soldaderas, figura el boceto de una serie de Adelitas que brillaron en las batallas, cuyas hazañas, actos heroicos y finales infelices, parecen (quizá lo son) episodios inventados: entre novelescos, legendarios y cinematográficos. Pero también impresionan las versiones de la masacre de 90 soldaderas que la “mañana del 12 de diciembre de 1916”, día de la Virgen de Guadalupe, ejecutaron los Dorados de Pancho Villa, con el villano de Villa al frente, después de que le “arrebataron a los carrancistas la estación de Santa Rosalía, Camargo, Chihuahua”. 
México, c. 1914 (película de seguridad)
Fondo Casasola
México, c. 1915-1920 (película de seguridad)
Fondo Casasola
Josefina Bórquez y Elena Poniatowska
     Así, en el contexto con que pinta esos virulentos años en que las hordas revolucionarias solían robarse a las mujeres que les servirían de soldaderas y desahogo sexual, Elena Poniatowska retoma ciertos testimonios del itinerario revolucionario de Jesusa Palancares, la protagonista de su novela Hasta no verte Jesús mío (Era, 1969), e incluso de la propia Josefina Bórquez, la mujer de la vida real que le dio las bases del personaje novelístico y a la que recuerda en “Vida y muerte de Jesusa”, una crónica ilustrada con retratos fotográficos incluida en su libro Luz y luna, las lunitas (Era, 1994), que aquí, en las páginas de Las soldaderas, junto con la prologuista, purifican, canonizan e idolatran la imagen de Zapata como civilizado y cortés defensor de la integridad de las mujeres, en contraposición al malvado de Pancho Villa, que dizque siempre las despreció y minimizó durante la guerra, no obstante que “su atracción por las mujeres era ilimitada”, según dice Friedrich Katz [1927-2010], el célebre historiador de La guerra secreta en México (Era, 1982), dos libros, y autor del par de volúmenes titulados Pancho Villa (Era, 1998), su extensa biografía del Centauro del Norte, y prologuista de Imágenes de Pancho Villa (CONACULTA/INAH/Era, 1999), coeditado en la misma colección Fototeca.
(CONACULTA/INAH/Era, 1999)
      Pero también, Elena Poniatowska recuerda que el pintor y escultor Juan Soriano [1920-2006], cuya mamá lo dormía cantándole el corrido La Rielera, le contó que su madre fue soldadera, episodio que aparece con más detalles al inicio de Juan Soriano, niño de mil años (Plaza & Janés, 1998), libro de la misma Poniatowska, pero que aquí se reduce a lo siguiente, rubricado con una vistosa masacre de galanes y soldaderas, nomás porque voló una mosca alrededor del panal (¿o dentro del panal?):
Sinaloa, c. 1910 (placa de nitrocelulosa)
Fondo Casasola
      “Del mundo intelectual, el único que ha dicho que su madre fue una soldadera es Soriano. Amelia Rodríguez Soriano, alias la Leona, siguió a Rafael, su marido, al norte. Cerca de Torreón, según Soriano, las mujeres permanecieron en la retaguardia junto con los asistentes y la impedimenta. Como no terminaba el combate, algunos muchachos se pusieron a tocar guitarra y a bailar con las soldaderas. La madre de Soriano les dijo: ‘No bailen. Aquéllos están jugándose la vida en la batalla y ustedes echando relajo. Si se enteran, los van a matar’.
      “Dicho y hecho, los soldados regresaron y mataron a sus mujeres con todo y galancitos.”
       Cabe decir que en su breve alusión a los cuentos y novelas de la Revolución Mexicana, Elena Poniatowska hace una encendida defensa feminista de la obra narrativa de la bailarina Nellie Campobello (1909-1986), “soldadera ella misma”, dice, y autora de Cartucho (“Relatos de la lucha en el Norte”, libro publicado por primera vez en Xalapa, en 1931), de Las manos de mamá (1937) y de Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa (1940).

Nellie Campobello 
(1909-1986)
        Y si la anecdótica lista de las sobresalientes y legendarias soldaderas que Elena Poniatowska enumera en su prólogo hubiera servido para la búsqueda y selección de sus retratos, esto se enfatiza aún más cuando anota que Valentina Ramírez, “fotografiada por Agustín Casasola en 1913 e inspiradora de La Valentina”, “murió en la miseria en Navolato, Sinaloa, a pesar del enamorado rendido a sus pies, aquel dominado por la pasión, que le aseguró que si lo mataban mañana que lo mataran de una vez, Valentina, Valentina.” 
México, c. 1910-1915 (placa seca de gelatina)
Fondo Casaola

        Si en verdad Agustín Casasola retrató a la musa de La Valentina, ¿por qué no se buscó su foto? Así, también se pudo rastrear y antologar la fotografía de la soldadera que al parecer inspiró una de las más célebres y populares versiones del corrido La Adelita. Dice Elena Poniatowska: 
México, c. 1914 (película de seguridad)
Fondo Casasola
       “El origen del corrido de La Adelita es incierto. Ometepec, Guerrero, se atribuye su autoría desde 1892; unos señalan que proviene de Oaxaca y Chiapas. Campeche y Yucatán se la disputan. El músico Julián Reyes asegura que la escuchó en Culiacán en 1913 y la interpretó con su banda en diversos lugares hasta popularizarla. La versión más aceptada asienta que Adela Velarde Pérez, nacida en Ciudad Juárez, Chihuahua, se fugó de su casa y a los 14 años, en febrero de 1913, se unió a las tropas carrancistas del coronel Alfredo Breceda. Se hizo enfermera en las tropas constitucionalistas y atendió a los heridos en los combates de Camargo, Torreón, Parral y Santa Rosalía. En Tampico, Tamaulipas, un joven capitán, Elías Cortázar Ramírez, tocaba en una armónica la canción en su honor. El oficial murió en combate. 
      “La Adelita de carne y hueso y un pedazo de pescuezo trabajó durante 32 años en la Secretaria de Industria y Comercio, en un puesto burocrático. En 1963, a duras penas, se le concedió una pensión como veterana de la Revolución. 
      “Según otra de las leyendas, compuso la canción un sargento villista, Antonio del Río Armenta, con quien Adela supuestamente tuvo un hijo cuando ambos militaban en la División del Norte. El sargento compositor Del Río Armenta murió en la toma de Torreón. La Adelita fue conocida por las tropas de las diversas facciones, pero los villistas la difundieron y se atribuyeron su origen.”
México, c. 1905-1910 (placa seca de gelatina)
Fondo Casasola


Elena Poniatowska, Las soldaderas. Prólogo de la autora. Fotografías en blanco y negro. Serie Fototeca, CONACULTA/INAH/Ediciones Era. México, 1999. 80 pp.


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Enlace al corrido "La Adelita" interpretada por Lucha Moreno http://www.youtube.com/watch?v=LwpJEcXurLI


Enlace al corrido "La Adelita" interpretada por Amparo Ochoa http://www.youtube.com/watch?v=K3w_x2r8fH0

Enlace al corrido "La Adelita" interpretada por los Hermanos Zaizar http://www.youtube.com/watch?v=_65PcpZG7Vs

Enlace al corrido "La Valentina" interpretada por los Hermanos Zaizar http://www.youtube.com/watch?v=U2vk8sMDvPo

Enlace al corrido "La rielera" interpretada por Lola Beltrán http://www.youtube.com/watch?v=puhwoTwP890

Enlace al corrido "La rielera" interpretada por Lucha Moreno http://www.youtube.com/watch?v=8_Sd-eLpbyA


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